El humo que se desvanece inexorablemente siempre
Sobre la colección de “Señales de humo para otros mundos”
por María Lightowler
*El texto ha sido publicado en el libro "Colección de Señales". +VER
Una señal y un acto consciente, constituyen la decisión de comunicarse. Lanzar un signo, premeditado pero urgente, es lo que empuja el principio de “Señales de humo para otros mundos”. La premura, no está en la recepción de la respuesta, sino en el acto que ostenta confianza en que existen esos mundos.
Primero fue una bengala naranja, señal de emergencia universal que, con una duración de aproximadamente 60 segundos, permite incluso en situaciones de niebla densa, marcar posición y determinar la dirección del viento -de modo efectivo-, en operaciones de rescate.
El humo que se desvanece inexorablemente siempre, lo hace de modo un modo único cada vez, según el contexto climatológico del instante: velocidad del viento, temperatura y humedad.
Luego, el color naranja dejó de ser imprescindible y se presentó el requerimiento de hacer aún más efectivo el acto comunicacional, cediendo el espacio a otros colores que tornaran mas efectiva la visualidad según el entorno circundante: violeta, verde, blanco, rojo o el que fuese necesario.
La urgencia es la comunicación.
Con una superficie de 1,7 millones de kilómetros cuadrados, la Patagonia abarca la mitad del territorio argentino y, sin embargo, es la región con la menor densidad poblacional del país: poco mas de dos personas por kilómetro cuadrado. Es en ese paisaje desolado, en el que se condensa la emisión de estas señales que, a lo largo de casi cuatro años -desde 2018-, son lanzadas en la confirmación de que esos “otros mundos” existen, están presentes y son receptivos.
El paisaje es ocupado y la mecha encendida. El humo que enuncia un sonido constante, se despliega en el paisaje apoderándose de él ilusoriamente, por un instante. Solo es posible de ser aprehendido en el registro fotográfico o el video.
¿Qué otros vestigios dan cuenta del acto? El cuerpo, medio necesario ejecutante, se presenta como sujeto tácito, sin dar más detalles que unas pisadas en la nieve o dejando ver una sutil sombra a la distancia.
Son, sin embargo, los casquillos, las carcasas de las bengalas, el detrito más contundente y a la vez necesario de la acción. Son quienes testimonian luego, documentando lo acontecido: etiquetados, quemados y almacenados, son el acervo de una performance sustentada en la ilusión de la existencia de un otro potencialmente receptivo.
En la era digital, volver sobre el acto primigenio del envío de señales de humo, es una toma de postura. Manifiesta la urgencia del estado de emergencia o de alerta y evoca preguntas sobre las relaciones entre paisaje y sujeto, entre naturaleza y artificio, entre la posibilidad o imposibilidad de comunicarse.
El convencimiento y el hecho sostenido en el tiempo, fueron conformando una colección de señales, que apoderándose de múltiples soportes: fotografía, video, también performance, intervención e instalación, dan sentido a la reiteración que, sin embargo, se ve modificada en cada suceso.
En el agua, en las rías y ripias, en la montaña. En verano, en invierno o en un día lluvioso. En el momento en el que la emisión es urgente, ese es el tiempo de cada señal.